Amé y odié a esta malnacida de Elden Ring: Shadow of the Erdtree hasta el punto de matarla más de diez veces en la misma noche

Amé y odié a esta malnacida de Elden Ring: Shadow of the Erdtree hasta el punto de matarla más de diez veces en la misma noche

julio 4, 2024 Desactivado Por

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El comienzo de mi aventura en Elden Ring: Shadow of the Erdtree fue patético y torpe. Tuve que morir varias veces antes de aceptar que ya no estaba en las Tierras Intermedias y que mi Nivel 200 de personaje servía de bien poco gracias a las nuevas Bendiciones del Reino de las Sombras.

La matanza del Caballero de la Soledad en el Mausoleo Occidental sin Nombre solo fue una excusa para no afrontar todos los desafíos que me esperaban en el DLC. Iba a pasarlo mal y había olvidado cómo era que FromSoftware te ponga la bota en el cuello con cualquier zona complicada o jefe. Tenía que avanzar.

Asalto a Belurat, Asentamiento de la Torre en Elden Ring: Shadow of the Erdtree

Dejé atrás las Ruinas Calcinadas y viajé hasta una puerta enorme situada en una cordillera junto a la Gracia Cruz de las Tres Sendas. Allí pude ver la primera Cruz de Miquella: «Abandono aquí el primer trozo de carne de mi cuerpo». También conocí a los primeros seguidores de Miquella. Freyja, una feroz guerrera, y el Cornamentado, un tipo que no me inspiró mucha confianza.

La Gracia no se llama así por casualidad. Es un punto en el que se entrecruzan varios caminos, uno por cada punto cardinal. Tomé el camino del oeste, que pasaba por la gran puerta en el muro de piedra natural, y llegué hasta la Gracia Cruz de la Puerta Principal. Allí vi otra Cruz de Miquella, «Abandono aquí parte de la carne de mi cuerpo», y conocí a Sir Ansbach y Moore. Este último me causó indiferencia, pero su compañero tenía algo especial que me gustó.

Encontré un mensaje de un jugador antes de asaltar las puertas del gran castillo que se alzaba ante la Gracia. Instaba a «Buscar Calzada» mientras su fantasma señalaba hacia el sur. Tomé el camino que indicaba hasta llegar a una pequeña zona boscosa. Allí encontré la Ciudad de las Posibilidades, donde morí debido a una imprudencia con los enemigos, y luego seguí hacia el sur hasta la Cabaña del Artista y la Iglesia de la Bendición. Estas últimas estructuras siempre me fascinan debido a su arquitectura y estatuas dedicadas a la Reina Márika.

El asalto a Belurat, Asentamiento de la Torre no fue sencillo. La ciudad, ahora en ruinas, estaba llena de enemigos de todo tipo: desde espectros de humanos y caballeros hasta escorpiones gigantes y otros bichos desagradables. Al igual que Leyndell, todavía conserva retazos de su magnificiencia dorada de antaño. No es para menos: se encuentra a los pies de la enorme fortaleza de Enir-Ilum, que parece sacada de una historia de Drácula.

Me crucé con otra Cruz de Miquella y me invadió el Caballero de Fuego Queelign, al que despaché con relativa facilidad con mi Rueda de Giza, antes de llegar a la Gracia más importante de la fortaleza: Frente al Escenario. Me aguardaba mi primer enfrentamiento contra un jefe principal de DLC. El Teatro de la Bestia Divina es el área de combate elegida por FromSoftware.

El nombre de la arena de combate no está carente de ironía. El primer jefe principal que enfrento en el DLC se llama Bestia Divina León Danzante… y desde luego hace honor a cada uno de sus nombres: es una bestia, es divina porque utiliza elementos como hielo, rayos y vientos; es una marioneta similar a los Leones Chinos (manejadas por dos personas) y finalmente baila. Sus movimientos son similares a los de una danza, excepto cuando se lanza en picado para machacarte con sus dientes.

Luchar contra este jefe es un espectáculo bastante bonito, pero también un dolor de cabeza. Algunos de sus movimientos son erráticos y en ocasiones conecta combos de ataques que cuesta esquivar. Sobra decir que me pasó por encima una y otra vez, incluso utilizando la Lágrima Mimética. No tardé en recurrir a los jugadores para eliminar a la bestia.

El intento ganador llegó junto a dos jugadores llamados W y Mhtt1, un guerrero con dos guadañas especializado en sangrados y otro con un espadón enorme respectivamente. Esquivaban la mayoría de ataques, a diferencia de los jugadores que los precedieron, y entre los tres logramos bajarle la primera mitad de la vida en cuestión de un minuto.

La segunda fase del jefe es mucho más complicada. Empieza a invocar rayos, vientos y hielo a destajo. Costaba mucho acercarse a darle un golpe porque la bestia cambiaba de objetivo muy rápido. Cuanta menos vida le quedaba, más nervioso estaba y más miedo me daba soltar unos cuantos golpes. Aun así, me lancé a por ella con todo junto con Mhtt1 cuando le quedaba un cuarto de vida.

La bestia estaba intratable, pero logramos encajarle los golpes necesarios para dejarla con tan poca vida que ni siquiera se veía la barra roja. Nos tiró a W y a mi con un movimiento de onda y fue Mhtt1 quien resistió para darle el golpe de gracia. Les agradecí la ayuda y volvieron a su mundo con las recompensas.

Avancé un poco hasta toparme con una gran puerta bloqueada por una zarza negra. Había un mensaje de un jugador: «Oh, no tienes derecho», que es una forma de la comunidad de decir que todavía no puedes pasar por ahí. Así que me di media vuelta y pasé mis siguientes 5 horas en Elden Ring ayudando a otros jugadores con la bestia. No avancé hasta que conseguí derrotarla varias veces seguidas. Una vez más, venganza. Continuará…

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Amé y odié a esta malnacida de Elden Ring: Shadow of the Erdtree hasta el punto de matarla más de diez veces en la misma noche

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Vida Extra

por
Alberto Martín

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